Caigo
enfrentándome a todos los monstruos.
Al foso sin fondo.
A vivir muerto en el infierno.
Ciego caigo.
Cargado de la insolente multitud de despechos
el corazón retorcido
interrogando paredes de la vida.
Caigo aferrado a la respuesta inexistente
y como si hubiera en el aire una rama salvadora
me sujeto con fuerza
aún siento esos sueños autorizados a no serlos
entremezclados
asomados por encima de las lenguas
de mi propio fuego.
Es el mordisco mortal
que me espera morboso en silencio
pero a tu lado
la noche lo convierte en bostezo
y mi espada y mi escudo
declinan esa vieja esencia de lágrima
que por no caer arrastra
y encuentro al fin, tus manos inconscientes
doblegando mis batallas.
El cielo deja de ser rabioso
se hace oscuro y oscuro todo, todo intimidad
con tu piel en la mía
tu respiración puedo respirar
copiando tu cuerpo, apretándome más
y más... mientras se muere el infierno
y ya no caigo.
Tu duermes.
.
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